domingo, 22 de julio de 2018

Vestir como un soldado de los tercios (mito y realidad)

Los tercios españoles son populares. Tanto es así que se está creando en torno a ellos una mitología contagiada por algunas incorrecciones o falacias que, cual pescadilla que se muerde la cola, se retroalimenta una y otra vez. ¿Los vikingos llevaban cuernos en el casco? Si te gusta el tema nórdico, posiblemente sepas a éstas alturas que no, que eso es un mito. Pero... ¿Y qué pasa con los tercios? Estamos dando por buenos una serie de mitos sobre quienes eran y como vestían que no se corresponden con la realidad.

En ésta entrada vamos a centrarnos en la vestimenta, donde han cuajado una serie de mitos y lugares comunes que podrían condensarse en un artículo cómo éste.

Hubo un tiempo en el que todos pensamos que Alatriste era el prototipo del soldado español de los Tercios. ¡Bendita nuestra ignorancia!


Definamos para empezar la cronología. A pesar de lo que se ha vuelto común en series y películas, no es lo mismo un soldado vistiendo en 1560 que otro en 1640, ni tampoco tienen nada que ver con soldados de 1590 o 1520, aunque algún elemento de su vestimenta hubiera podido pervivir (con cambios). Vamos a centrarnos en lo que parece que es la "época canónica" de los tercios según los entusiastas (algo que yo no comparto), las décadas desde la primera batalla de Nieuport hasta Rocroi (primeras cuatro décadas del siglo XVII).

Primero, contestemos a las grandes preguntas:

  1. ¿Vestían con ropas cutres de color pardo e iban medio en pelotas? No, al menos no siempre. De hecho los soldados españoles eran conocidos por su afición a vestirse muy bien cuando podían permitírselo (y cuando no llevarían ropa cara, aunque vieja).
  2. ¿Vestían en jubón sin mangas y con mangas de camisa? No, a menos que estuvieran descansando en un sitio caliente y preferentemente bajo techado.
  3. ¿Llevaban todos botas altas de estilo mosquetero? Definitivamente no. Las botas de estilo francés (caña alta y ancha que cae en pliegue) no se popularizan hasta la década de 1630, y sobre todo entre oficiales y jinetes. No debemos confundirnos con un tipo de bota de caña alta que los jinetes y oficiales españoles usaban anteriormente, el borceguí, que era de cuero muy fino y ajustado a la pierna (ésta era una bota para ir a caballo, pues no soportaba los rigores de la marcha). La mayoría de los soldados llevaban zapatos. Si, si, zapatos. En Flandes, con el barro.

    Españoles en pleno fregao. Solo tienes que fijarte en los soldaditos del fondo para saber cómo vestían. Benditas sean las cámaras y los escáneres de alta resolución.

  4. ¿Tenían un uniforme? No. Solo algunos cuerpos muy concretos (guardias reales y jinetes en una cronología muy particular, usaban tabardos "de reglamento", antecesores del uniforme. La infantería normal y corriente no tenía uniforme alguno: se vestían como civiles que aspiraban a asemejarse a la clase alta en tipos de prenda y corte de las mismas, pero con telas más baratas).
  5. ¿Y el tema de las bandas rojas y las aspas cosidas al jubón? Las bandas cruzadas al pecho o usadas como fajín eran privativas, en principio, de los oficiales. Los españoles no eran los únicos en llevarlas, y parece que a pesar del mito no se sabe muy bien cual era el código de color (a veces vemos holandeses que también llevan bandas rojas). Los soldados de a pie no solían llevarlas, exceptuando los jinetes.

    En el caso de las aspas, no era algo generalizado y varía en función de la época. Vemos cuadros con infantes de la época de la Batalla de Túnez (1535) que la llevan (curiosamente, en la espalda), mientras que en la década de 1620 o 1630 es casi imposible encontrarlas. Treinta años antes, en 1590, se puso de moda durante esa década que los jinetes llevaran tabardos con el aspa, pero esa moda desapareció a inicios del siglo XVII sin que sepamos muy bien por qué.

    Un sargento holandés con una faja... ¿Azul, verde?, ¿No se suponía que su color era el naranja? Bienvenidos al fascinante mundo de "realmente no tenemos ni idea de que significaba el color de las bandas".

  6. ¿Llevaban un pañuelo en la cabeza debajo del casco o el sombrero? No. Al menos no el tipo de pañueño "pirata" que todos pensamos, ni mucho menos era algo extendido. Tras mucho buscar en documentación gráfica de la época, se puede constatar que el 99% de los soldados no llevaban pañuelo en la cabeza, y algún caso particular que si lo llevaba (un par de cuadros flamencos de un cuerpo de guardia) se trataba de un pañuelo "de capas" de color blanco que se solía usarse como sudario por parte de los enfermos (el famoso "hipocondriaco" de Moliere llevaba uno de éstos, y se usaban precisamente... para sudar más, creyendo la medicina de la época que de esa manera se "equilibraban los humores").

    ¡Pero yo les he visto con pañuelos pirata! Si, sin duda. Lo has visto en ilustraciones, en la televisión, en el cine e incluso en las cabezas de algunos tipos vestidos de la época... esos que se llaman recreadores. Pero eso no quiere decir que lo llevaran.
  7. ¿Llevaban todos un sombrero de ala ancha cuando no usaban un casco? Sí y no. El sombrero era una prenda popular, y sin embargo no era como un sombrero moderno. Depende de la moda, el ala era más pequeña o no, se llevaba plegada o cosida por un lado... y siempre con la toca redondeada. ¿Y qué significa ésto? Un sombrero moderno tiene normalmente la toca apuntada, para que sea más fácil calarlo. Pero las tocas apuntadas no existen hasta el siglo XIX, y aunque un sombrero de ala ancha de una época y otra se parezcan desde lejos, de cerca veremos que sus tocas son muy diferentes. En aquel entonces, no causaba vergüenza que la toca fuera muy alta y redondeada. De hecho, los sombreros de los que evolucionaron éstos, aparecidos en las décadas de 1560 a 1580, tenían un ala muy corta y la toca muy alta. ¿Te suena el sombrero que lleva Felipe II en algunos cuadros? Voilá.

    Velázquez pintó a unos soldados españoles peleándose ante la embajada de su nación en Roma, 1630. ¡Van de colorines!

  8. ¿Usaban cazoletas y vizcaínas? La guarnición de espada "cazoleta" no aparece hasta la década de 1630, y costó una década más que llegar al mundo militar, donde tuvo una vida efímera. Los soldados preferían, de hecho, guarniciones mucho más simples y "anticuadas" para sus espadas de guerra (que no eran lo mismo que las roperas que se usaban en las ciudades como Madrid), además de diseños de tipo centroeuropeo, espadas de lazo, etc.

    ¿Y la vizcaína? Definamos primero "qué demonios es eso de vizcaína". En realidad, la voz se la inventa Reverte, posiblemente tras leer en algún documento que eran famosas las hojas de daga o espada de Vizcaya (las famosas Bilbo) y creería que designaría a un tipo de daga que... se conocía como "Daga de vela". Al igual que la ropera, que apenas salía de la ciudad, la daga de vela está especializada para éste tipo de duelos callejeros, por lo que los soldados preferían dagas de mano izquierda (que llevaban usándose desde el siglo anterior) con guardamanos mucho más simples y ligeros.

    Hojas de daga de vela, mal llamada "vizcaína". Algunas tienen un dentado, que es para que resbale peor la hoja de la espada enemiga (y así atraparla). De hecho, la tercera desde arriba y la segunda desde abajo tienen dos sistemas diferentes para tratar de atrapar la fina hoja de una ropera enemiga y ganar unos segundos cruciales para meter al otro una estocada con la espada. Éstas hojas tan delicadas y especializadas apenas se veían en la guerra.

¿Te acabas de rallar? Bueno, no es para menos. Yo llevo años rallado con éste tema, y no soy el único. Cada vez más recreadores y entusiastas del periodo, con las fuentes documentales en la mano y comparando realidad y evocación, se llevan las manos a la cabeza y se terminan rascando sin entender muy bien por qué.

Sin embargo, uno que es perro viejo sabe exactamente donde y cómo se inició ésta "moda". Corría el año 2005 cuando en España apenas se recreaba a los tercios, ni tampoco se hablaba de ellos. Eran los años del Capitán Alatriste, y concretamente los años en que tras unas primeras ediciones con otro ilustrador de Alfaguara, la editorial contrató a Joan Mundet para iluminar las páginas de la obra de Reverte. Por aquel entonces, solo un grupo de recreadores históricos españoles se atrevían a representar el papel de los soldados de los tercios en el siglo XVII, y la mayoría de ellos todavía no tenían la rodadura suficiente como para saber que éste tipo de detalles chirriaban.

¿Te suena la bandera de la izquierda? Aquí tienes a los españoles peleando contra una carga de caballería holandesa. ¿A que no visten como tú pensabas? Hay uno que incluso lleva un pañuelo al cuello, como los croatas. ¿Sabías que de ahí viene la palabra corbata?


Fue en aquellos años, en el pueblo llamado "Mas de las Matas" (en Teruel) en los que éstos recreadores acudieron para ayudar en las jornadas llamadas "El regreso del comendador". Mundet acudió a las mismas para documentarse, de primera mano. ¿Por qué no iba a fiarse de los recreadores, como hacían pintores o directores de prestigio en Estados Unidos e Inglaterra? Así que, casi sin pretenderlo, el dibujante plasmó lo que vio y ahí es donde comenzó todo.

¿Y luego? Bueno, luego vino el mecanismo de la bola de nieve. La gente que empezaba a recrear, los directores de cine y televisión, veían éstas ilustraciones y copiaban el look. Luego, muy poco después, vino la película de Alatriste, que creó sus propios mitos en lo que a vestimenta se refiere, y algunos pasaron también a copiar ese look. Unos por otros, como suele decirse, se quedó la casa sin barrer. De hecho, tal fue la fruición con la que se acogieron éstos mitos que aún a día de hoy cuesta hacer entender a mucha gente que son eso, mitos, y que no tienen base de realidad.

¿Y cómo vestían entonces? Obviamente, no tenemos una máquina del tiempo para trasladarnos al Flandes del siglo XVII y comenzar a tomar fotografías en un campamento de españoles. Pero afortunadamente, si tenemos numerosísimos grabados y pinturas de artistas contemporáneos, españoles y flamencos, que pintaban lo que veían. Algunos de ellos, de hecho, eran vecinos con éstas guerras, que les pillaban a la puerta de su casa. Pintores costumbristas y muy realistas como Vrancx o Snayers, que reflejaron el horror de lo que no suele aparecer en las crónicas y que formaba el grueso de aquella Guerra de los Ochenta Años: saqueos, pillajes, ataques por sorpresa, sufrimiento de unos y otros, terror y muerte...

En éste cuadro de Vrancx no te hace falta inventarte nada. Míralo con atención, pues se ven hasta los zapatos, las armas y las piezas de armadura por separado.


A través de sus pinturas, podemos conocer casi al milímetro como vestían y se armaban los soldados contemporáneos. Pero no nos limitaremos solo a los flamencos, si no a autores españoles como Vicente Carducho, que pintó con gran realismo una serie de cuadros sobre victorias españolas de las décadas de 1620 y 1630. Ellos solo son la cúspide de una gran pirámide, pues los autores de la época reflejaron su convulso siglo, lleno de guerras, con una cantidad apabullante de pinturas y grabados con la que podemos asomarnos a través de una ventana a aquella época. Y por si fuera poco, tenemos obras de investigación universitaria, totalmente nacionales, de renombre internacional como los libros de Carmen Bernís Madrazo, que su "El traje y los tipos sociales en el Quijote" hizo un maravilloso y transversal estudio de la vestimenta de los españoles de aquella época, desde labriegos hasta reyes. Siguiendo su estela, investigadores modernos como Consuelo Sanz, Amanda LaPorta o Francisco Martinez, Daniel Rosen o Mathew Gnagy (entre otros) han pasado en algunos casos de la teoría a la práctica para desempolvar viejos libros de sastrería y métodos ya desaparecidos para reconstruir las prendas de éste periodo.

Portada de la imprescindible obra de Carmen Bernís.


¿Y si es tan fácil encontrar documentación de primera mano, por que seguimos copiando los mitos cuando los vemos por ahí? Pues por que es más fácil. Bucear en pinacotecas antiguas y gastar horas visitando museos o navegando por catálogos de internet es mucho más complicado que copiar el traje de Fulano o inspirarse en una lámina aparecida en tu libro o revista favorita.

Y así estamos, unos con las manos en la cabeza y otros con la casa sin barrer. ¿Seguirás pintando a los españoles con el pañuelo en la cabeza y el aspa en el pecho, o te sumergirás en todo un nuevo y fascinante mundo de variedad? Nuestros antepasados se merecen que los representemos bien...